La ley por encima de la barbarie, escribe Julio César Silva desde el Palco

El linchamiento de un extranjero, enfermo mental, ocurrida la noche del viernes en Cancún, independientemente de que la víctima muera o no, es un tema que debe preocupar a las autoridades de los tres órdenes de gobierno.

Más allá de las motivaciones que tuvieron quienes cometieron el acto de barbarie contra un loco que hasta antes del viernes no había lesionado físicamente a nadie, el linchamiento se trata de una muestra del grado de erosión de las instituciones y de los niveles de corrupción de quienes como integrantes de una sociedad civilizada deben respetar la ley y los órdenes social y político.

Nicolás Maquiavelo decía que las faltas que cometen los pueblos provienen de la negligencia o las faltas de los gobernantes; es decir, en última instancia, los gobernantes son los autores de la violencia que priva en la sociedad.

Acciones colectivas como la del viernes señalan que los límites sociales se han roto y es necesario restituir o cambiar los fundamentos que norman a las instituciones que se ven rebasadas.

El viernes, por ejemplo, cualquiera de las corporaciones de seguridad que patrullan la ciudad, incluyendo al Ejército y la Marina, tuvieron el tiempo suficiente para llegar a la céntrica zona donde fueron los hechos para tomar el control de la situación, pero no lo hicieron.

No pueden tomar como pretexto que, curiosamente, no servían las líneas telefónicas de emergencia y por tanto no recibieron el aviso, porque las instituciones de seguridad tienen herramientas suficientes para allegarse de información. Además, varias personas transmitieron en vivo los hechos a través de las redes sociales. Si los cuerpos de seguridad no actuaron fue por algo.

Dejaron que los hechos corrieran y que en un intento por defenderse de la turba el mencionado ucraniano hiriera de muerte a uno de sus atacantes… La policía llegó cuando todo se había consumado.

La acción no habla bien de las autoridades y tampoco de por lo menos un sector de la sociedad que por un lado reclama seguridad, respeto a la ley y por otro allana y destruye propiedades para castigar a quien sólo había proferido ofensas verbales contra la gente. En alguien debe privar la razón.

Quienes atentaron contra el ucraniano se mostraron más desquiciados que el mencionado sujeto afectado de sus facultades mentales. Desde hacía meses que el extranjero ofendía a los mexicanos en las redes sociales y no había pasado nada.

De pronto alguién movió algo, alguién alentó los hechos del viernes. No surgió de la nada. ¿porqué lo hizo?

Las sociedades se definen por sus actos. No permitamos que lo del viernes se vuelva moneda corriente.

Se entiende que somos una sociedad ofendida hasta el hartazgo, pero los platos rotos hay que cobrarlos a quienes los rompieron y hacerlo dentro del marco de la ley y no dar paso a la barbarie.

 

Correo: jsilva@palcoquintanarroense.com.mx

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