La Abuela esclava, escribe el Dr. Carlos Baquedano

Doña Josefita, una mujer de 61 años de edad la cual padece diabetes, hipertensión arterial sistémica y osteoartritis desde hace muchos años, acude a consulta por primera vez para control mensual con un servidor.

Al momento de interrogarla, la percibo agitada y mirando con insistencia su reloj, da respuestas monosilábicas a mis interrogaciones sobre su estado de salud. El movimiento repetitivo de sus manos, su sudoración y la premura con que quiere que avance la consulta, llaman poderosamente mi atención.

En un principio pienso que ese comportamiento se debe a la falta de confianza por ser la primera vez que consulta conmigo. Sin embargo, casi al final de la atención médica, el teléfono celular de la paciente suena una y otra vez, por lo que no le queda más remedio que contestar, hablando en voz baja y respondiendo que está consciente de la hora y que ya en breves minutos terminará su consulta. Y en efecto, de inmediato se marchó.

Tiempo después, al asistir mes con mes a su consulta, pude entender que es lo que sucedía a Josefita. Ella había enviudado a los 50 años de edad. Fue ama de casa todo el tiempo que estuvo casada con su esposo, por lo que al morir éste, se quedó viviendo sola con su hija adolescente que estaba por terminar el bachillerato técnico. Con la pensión de su esposo y uno que otro trabajo de cocina a las vecinas logró a duras penas que su hija terminara los estudios para ingresar a laborar en el ramo hotelero. Ya con el sueldo de su hija y la pensión de su esposo vivieron unos años de forma modesta pero tranquila, hasta que un acontecimiento cambió su vida. Su hija se embarazó siendo abandonada por el novio cuando supo del bebé que venía en camino. Con el apoyo de Josefita, la chica se convirtió en mamá de una niña que resultó ser enfermiza por padecer asma, situación que impidió que pudiera ingresar a una guardería participativa, por lo que Josefita a sus 55 años de edad, se hace cargo de su nieta, quien queda bajo su cuidado, está pendiente de su crianza, su salud y posteriormente su educación escolar. Es decir, en esta etapa de su vida en la que debe disfrutar ser abuela, de nuevo asume el rol de madre.

Al inicio de esta amorosa y solidaria encomienda, Josefita realizó el cuidado de su nieta con mucho empeño y dedicación. Sin embargo, conforme los años pasaban, la nieta crecía en edad y vitalidad, mientras Josefita envejecía mermándose su salud y su energía. Por lo tanto, la labor de ser abuela y madre exigía de ella un gran esfuerzo físico y emocional, pues las enfermedades crónicodegenerativas que ahora padece empezaban a cobrar factura en su estado de salud. Aunado a ello, debido a las responsabilidades que tenía con su nieta le resultaba complicado dedicar más tiempo al cuidado de su salud, lo que dio como consecuencia cursar con un descontrol que condiciona la aparición de comorbilidades (enfermedades que resultan de una enfermedad inicial) y empeoran su estado de salud.

Todo este relato que les acabo de presentar, tiene un nombre. Se llama SINDROME DE LA ABUELA ESCLAVA, el cual consiste en que una mujer adulta asume compromisos de ama de casa de una forma voluntaria para apoyar en el cuidado de la casa de sus hijos (con los que cohabita), en el cuidado de sus nietos y de todo lo que esto resulte.

Se caracterizan por ser personas con un alto sentido de donación y entrega incondicional, disfrutan de la limpieza, del orden en las cosas y de la vida. Tienen un gran amor por su familia y en especial por sus nietos a los cuales cuidan como si fueran una segunda madre.

Conforme pasan los años adquieren responsabilidades que se autoimponen, aunque sobrepasen sus capacidades. Así, el tiempo avanza mermando su condición física y psicológica, por lo que sin darse cuenta empiezan a tener conductas depresivas o agresivas. Pasan de ser abuelitas dulces a viejitas regañonas. Hasta que un día se percatan que sus fuerzas y dolores articulares ya no les alcanzan para estar al cuidado de sus nietos preescolares o escolares. Sin embargo, por amor mal entendido hacia éstos y solidaridad a la familia, callan sus dolencias e incomodidades, experimentando su existencia como una pesada carga rutinaria.

La naturaleza es sabia ¿Por qué las mujeres ya no pueden tener hijos después de la menopausia? Pues porque no tendrían la fortaleza física o emocional para criar a un ser humano en sus diferentes etapas de desarrollo.

Tú puedes estar padeciendo el Síndrome de la Abuela Esclava sin saberlo. ¿Te identificas con alguna de las siguientes características?

-Vida social inexistente. Toda tu diversión gira alrededor de la familia de tus hijos.

-Agobio, cansancio o estrés por tener que cuidar o educar a tu nieto por muchas horas.

-Piensas que tu vida actual no es la forma como soñaste o planeaste tu vejez.
-Tienes temor de hablar con tus hijos de tus sentimientos de enojo, cansancio o exasperación por miedo a que se enojen.

-Te enojas fácilmente, tienes deseos de llorar sin motivo cuando estás a solas o de salir corriendo por la puerta y dejar todo tirado tras de ti.

-Has tenido problemas para conciliar el sueño o te despiertas de madrugada sin poderte dormir nuevamente.

-Cursas con dificultad en el control de tus enfermedades crónicodegenerativas.

El Síndrome de Abuela Esclava puede llegar a ser tan grave que condiciona un deterioro importante en la salud de las personas que lo padecen, mismo que puede derivar en su muerte de una forma natural o por suicidio. Incluso dejan de cuidar su salud propiciando así que sus enfermedades crónicodegenerativas se compliquen rápidamente.

Es innegable que los abuelos son una gran fortaleza en el desarrollo de las nuevas familias y que forman una excelente red de apoyo, pero se debe tener el cuidado de no convertirlos en pacientes del Síndrome de la Abuela Esclava.

Todos tenemos un ciclo que cumplir como parte de nuestro desarrollo de seres humanos y familia. Por lo que, el cuidado y crianza de los hijos, debe ser única y exclusivamente de los padres.

No acortemos el tiempo de vida ni disminuyamos la calidad de vida de nuestros adultos mayores, evitemos que se produzca el Síndrome de la Abuela Esclava.

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