Miedo o no al Covid-19, escribe el Dr. Carlos Baquedano

Sábado 5 de junio del 2021.- Las diferentes crisis que ha generado el Covid-19 en los últimos meses, han venido a causar un deterioro importante en la salud mental de muchas personas.

La enfermedad, el desempleo, la inseguridad, las defunciones, la incertidumbre laboral, el deterioro económico, entre otros, son detonantes de afecciones de salud mental en sus diferentes grados.

La resiliencia se ha hecho presente en estos momentos como un gran aliado para anteponerse a las dificultades que se presentan en la vida diaria. Sin embargo, no todos tienen esta capacidad de sobreponerse a la adversidad.

En mi práctica profesional, con esta pandemia he visto un incremento de enfermedades psicológicas que van desde distimia, pasando por ansiedad hasta llegar a depresión mayor, que incluso pueden ocasionar suicidios, además de un gran número de enfermedades psicosomáticas se han hecho presentes como lo son cefaleas, dolores musculares, opresión en el pecho, taquicardias, inflamación de tracto digestivo, insomnio, entre otros padecimientos cuya incidencia es más frecuente en comparación a tiempos anteriores a esta pandemia.

Cuando el Covid-19 hace su aparición en una familia, es normal entrar en crisis, tener ideas fatalistas y no poder manejar la situación de una manera tranquila. Todo, viene a complicarse si el enfermo es el proveedor económico de este núcleo familiar, si son más de uno los enfermos o si la atención se lleva de forma particular, pues atender al Covid-19 de esta manera es sumamente costoso.

Así mismo, cuando se está infectado de Covid-19, el acudir de forma tardía a hospitalizarse y buscar alternativas de atención como lo son remedios naturales o convertir el hogar en un mini hospital, son otra manifestación de temor pues las personas asocian hospitalización con muerte y eso genera un miedo que retrasa la atención oportuna. El no acudir a tiempo a un hospital incrementa el riesgo de mortalidad, lo que a su vez refuerza la creencia de que hospitalizarse por esta enfermedad es sinónimo de sentencia de muerte.

Recuerdo al inicio de la pandemia, el temor que generaba contagiarse de Covid-19, condicionó que las familias respetaran las medidas de aislamiento, que se saliera a la calle únicamente para lo más necesario y con muchas medidas de prevención y protección como usar guantes, caretas, gorros, goggles, doble o triple cubrebocas, trajes tipo protección personal, desinfectantes, gel antibacterial y todo lo que sirviera con tal de estar protegidos.

Eso ha quedado en el pasado, pues en la actualidad, a pesar de los altos índices de contagio, las personas ya no respetan la sana distancia ni las medidas de prevención. Se ha caído en un estado de simulación en el cual se hacen las medidas preventivas únicamente para cumplir con la ley, pero de forma incorrecta. Prueba de ello son a las aglomeraciones de gente para entrar a centros comerciales, servicios de salud, transporte público, restaurantes, lugares de entretenimiento entre otros. Es común ver a muchas personas por la calle sin cubrebocas o mal puesto, el cual sólo usan para poder acceder a lugares de uso común o donde se exige su uso.

Todo lo anterior me hace reflexionar: ¿Por qué si tenemos tanto miedo cuando nos enfermamos de Covid-19, no tenemos miedo de contagiarnos? Es algo totalmente contradictorio y fuera de lógica, pero está sucediendo.

Les comparto que en la institución de salud pública gubernamental en donde laboro, se han ideado estrategias preventivas a fin de salvaguardar a los usuarios, sin embargo, es común ver tumultos de gente en un hacinamiento total, sin respetar la sana distancia, antes de entrar y al momento de acceder a las instalaciones.

En más de una ocasión, el personal que coordina este acceso ha sido victima de groserías en insultos cuando se pide guarden la sana distancia. Las personas no solamente no siguen las indicaciones, sino que, por el contrario, se indignan y responden con una violencia verbal innecesaria.

Entiendo y acepto que la necesidad de trabajar y por tal motivo, se tiene que tomar un transporte público que rebasa la capacidad permitida de pasajeros. Sin embargo, lo que no comprendo es porque a pesar de este sobre cupo, algunos pasajeros no usan correctamente el cubrebocas dejando la nariz descubierta e incluso se lo retiran para ir comiendo algo durante el trayecto.

Comprendo que es necesario acudir a las tiendas de autoservicio para comprar en víveres, pero ¿por qué ir con toda la familia, incluidos niños y adultos mayores, incrementando el riesgo de contagio?

Ahora cuestiono lo siguiente ¿nos hemos puesto a pensar en el personal de salud?

Al principio de la pandemia, todos los que nos enfrentábamos a esta enfermedad recibíamos el trato de héroes sin capa, con vítores y aplausos por la labor realizada. En la actualidad, esto se ha diluido y este trabajo ha dejado de ser una proeza.

El personal de salud, también somos seres humanos con miedo, temor de contagiarnos o llevar a nuestras familias o a nuestro hogar la enfermedad, con un desgaste profesional, con impotencia de ver que no es valorado el esfuerzo que se realiza día con día de enfrentarnos a esta enfermedad cuando los ciudadanos no hacen lo que les corresponde, cuando no respetan las medidas sanitarias, cuando no se cuidan y por el contrario siguen aumentando las filas para recibir atención, cuando los hospitales ya se encuentran a su máxima capacidad.

Este desgaste profesional, conocido en el ámbito profesional como Síndrome de Burnout, se incrementa cuando seguimos con carencias para realizar nuestro ejercicio profesional, equipos de mala calidad (cuando se tiene la suerte de contar con ellos), carencia de medicamentos, incremento en el número de horas para atención de los módulos respiratorios y hospitalarios por falta de personal, el poco reconocimiento de que se recibe por parte se las autoridades.

El equipo de salud está cansado de luchar una guerra en la cual no se cuenta con el apoyo y la solidaridad de los ciudadanos y autoridades. Cuando un compañero desfallece, el otro lo levanta y continúan trabajando hombro con hombro, pero parece que esta lucha no tiene fin, que el esfuerzo no es valorado como cuando dejan a un lado las medidas preventivas, cuando fingimos que las realizamos únicamente con el afán de cubrir un protocolo.

Recordemos las complicaciones y secuelas que esta enfermedad puede ocasionar, aunque se presente de forma leve: encefalopatía, Guillian Barré, eventos cardiovasculares, hipertensión arterial, daño renal, hematuria, neumonías, enfermedad pulmonar intersticial con dependencia de oxígeno u otras neumopatías, problemas o daño hepático, trombosis venosa profunda, embolismo pulmonar, daño al miocardio, arritmias cardíacas, elevación de la glucosa, invalidez, entre otros.

A pesar de todo ¿no tienes miedo?

Sirva el presente artículo para recordar que combatir y vencer esta enfermedad es TAREA DE TODOS. Asumamos este compromiso y demos batalla desde cada trinchera haciendo lo que nos corresponde.

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