Es mejor vivir con miedo, que ser un valiente en la tumba?, escribe el Dr Baquedano

El miedo es una reacción desagradable, espontánea e involuntaria propia del individuo que se genera ante la percepción del peligro que puede desencadenar comportamientos de angustia e incluso pánico.

Esta reacción permite estar alertas ante situaciones que ponen en riesgo la integridad física de una persona. Por ejemplo, lo desconocido genera en la mente una respuesta de miedo que obliga a ser precavidos y reservados, preservando así la propia seguridad. Sin embargo, en ciertas ocasiones, existen respuestas exageradas que en lugar de protegernos nos exponen más al peligro, como cuando caminamos por la calle y percibimos una amenaza, en vez de correr a resguardarnos, nos quedamos paralizados.

En algunas especies de animales, los colores vistosos, el mostrar la dentadura o extender membranas alrededor de la cabeza o el cuello, son características propias cuya objetivo es generar miedo en los otros animales y servir así como un medio de defensa o ataque.

Recuerdo cuando niño, en el lugar donde crecí no contábamos con energía eléctrica, por lo que papá tenía una pequeña planta que generaba energía colocada en un cuarto de máquinas a 5 metros de la casa. Todas las noches, el generador se encendía un promedio de 3 a 4 horas y posteriormente, a mí me tocaba ir a desconectar la máquina; al regresar a casa sólo y caminar esos escasos 5 metros a oscuras, era algo que me causaba mucho temor. Durante el pequeño trayecto experimentaba una sensación de que alguien me seguía o de que se me podía aparecer un animal peligroso o incluso un fantasma, situación que se reforzaba cuando previamente había visto una película de terror. Este miedo desapareció sin darme cuenta, cuando fui creciendo y mis fantasías de niño ya estaban ausentes en mi comportamiento de adulto.

Todos los seres humanos en algún momento de la vida hemos sentido miedo. Sin embargo, la diferencia entre los individuos es la capacidad que se tiene de enfrentar el miedo, así como la forma de manifestarlo. Entonces hay personas que son muy expresivas al respecto, otras se paralizan y algunas otras experimentan una descarga de adrenalina que los obliga a enfrentar las situaciones que les causan temor.

En la actualidad, durante mi desempeño profesional me encuentro con personas de todas las edades que refieren sentir miedo ante la posibilidad de que una enfermedad se complique, a la muerte, a la soledad, a la pareja, a la inseguridad. Y así son muchos factores que pueden generar este sentimiento.

En recientes fechas, se suscitó una situación de inseguridad que generó miedo colectivo en la sociedad de la ciudad donde vivo, debido a la excesiva cantidad de información (verdadera y falsa) que se transmitió a través de las redes sociales. Por lo tanto, cuando no somos capaces de controlar nuestro temor, éste se convierte gradualmente en ansiedad y puede hasta llegar al pánico. Las personas en estas condiciones se vuelven vulnerables en todos los sentidos. Incluso, las conductas repetitivas de pánico pueden generar fobias o manías, condicionando así un trastorno mental en los afectados.

El temor también se manifiesta en una conducta aprehensiva que tampoco favorece al individuo. De hecho, las personas aprehensivas pueden llegar a ser una mina de oro para los que ofrecen algún tipo de servicio relacionado con ese temor.

Recuerdo que en cierta ocasión tuve como paciente a una mamá que cuando su bebé se enfermaba, le tomaba la temperatura cada 5 minutos y se angustiaba si los grados centígrados se elevaban una o dos rayas del termómetro e inmediatamente me llamaba para informarme de la evolución de la temperatura del bebé. Cada vez que la veía llegar a mi consultorio, sabía que cuando menos 2 o 3 días tendría llamadas frecuentes de ella, hasta que su bebé estuviera sano.

El problema no es tener miedo, ya que es un sentimiento que como tal es involuntario y la forma cómo reaccionamos depende del tipo de personalidad de cada uno. El problema real surge cuando permitimos que el miedo se apodere de nuestra realidad y no podamos controlarnos, al grado de alterar nuestra salud.
Por consiguiente, lo primero que debemos hacer cuando se tiene miedo es mantener la calma, lo cual requiere respirar profundo para oxigenar el cerebro y disminuir el ritmo cardíaco, en consecuencia, podemos mirar la situación desde diferentes perspectivas y tomar decisiones más adecuadas. Cuando reaccionamos de forma impulsiva, corremos más riesgo o incluso ponemos en riesgo a las personas que dependen de nosotros.

Enfrentar las situaciones que nos generan miedo puede ser una buena solución, pues de esa forma nos daremos cuenta de que podremos manejar y dominar la situación, desarrollar seguridad y en una próxima ocasión que se presente una situación igual o similar, ya no tendremos miedo. Es válido (y a veces necesario) que nos hagamos acompañar de personas que ya han vivido las mismas experiencias que nos condicionan miedo, pues guiados por la experiencia del acompañante, será mucho más fácil superar esa situación. Pero debemos tener cuidado y no cometer el error de hacer algo peligroso para enfrentar nuestros miedos. En ocasiones es mejor vivir con miedo, que ser un valiente al que le lleven flores a la tumba.

La risa, la unión familiar, las actividades recreativas, el culto, el rodearse de personas sanas, son diversas opciones para superar los miedos.

Los niños que crecen en un hogar bien cimentado con valores, principios, sin adicciones, libres de violencia intrafamiliar en cualquiera de sus formas, son niños que se sienten protegidos y con una facilidad a enfrentar las situaciones que les permitan vencer sus miedos. El crecer a niños en estas condiciones, les permitirá ser adultos capaces de solventar sus miedos de forma fácil y a su vez, enseñar a sus hijos la capacidad de enfrentar estas situaciones.

El pánico es capaz de trastornar nuestra realidad y hacernos creer cosas irreales como verdaderas. Al volverse crónico, nos puede causar graves trastornos mentales que incluso pueden necesitar medicación.

Si tú o las personas que te rodean perciben que el miedo es exagerado, inusual, que afecta su funcionalidad social, laboral o familiar, es conveniente buscar ayuda profesional con terapeutas, psicólogos o psiquiatras. Lo peor que se puede pensar es que el individuo temeroso simula y un gran error es pensar que echándole ganas podrá tener una solución a su problemática.

El miedo puede salvar tu vida o la puede trastornar. No vivas preso del temor.

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