El Lobo Filósofo, de la escritora Leticia Flores

EL LOBO FILÓSOFO

Mientras observaba como se filtraban los rayos del sol entre los árboles, el lobo filósofo se preguntaba: ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué habré nacido en el bosque? ¿Cuál será mi objetivo en la vida?

Andaba tan pensativo que hasta se había olvidado de comer, pero los gruñidos de su panza se lo recordaron.

Cerca del mediodía vio un conejito blanco que corría y sus tripas volvieron a gruñir, tenía hambre, así que lo siguió con mucho sigilo, lo vio detenerse, husmear y seguir corriendo.

Se acercó a él para hablarle y el conejo al ver los colmillos del lobo, se echó a llorar mientras miraba para todos lados. Sonaron las tripas del lobo y el pequeño lloró más fuerte, esta vez llamó a su mamá y el lobo supo que el conejito estaba perdido.

—No llores, no tengas miedo, no te haré daño. ¿Quieres que busquemos a tu mamá?

El conejito dobló las orejas y asintió con la cabeza. Juntos caminaron hasta las cuevas, pero estaban vacías, recorrieron los alrededores del lago, por aquí, por allá y más allá, pero tampoco encontraron a la mamá conejo. Ya estaba a punto de caer la noche. Un viento helado empezaba a enfriar el ambiente, el lobo pudo oler a la mamá, quien a lo lejos gritó llamando a su pequeño.

—Mira, ahí está tu mamá. ¡Ve con ella!-, le dijo al conejito.

—¡Lobo mañoso, aléjate de mi pequeño!-, gritó la señora conejo mientras le lanzaba una vara con todas sus fuerzas.

Cuando el lobo filósofo los vio juntos, se alejó de ahí antes de que la señora conejo afinara su puntería y esta vez, sí le diera en la cabeza o en una pata.

Cuando los conejos estuvieron en su madriguera el conejito le contó a su mamá lo que el señor lobo había hecho por él:

—Me consoló, me guió por el bosque, me cuidó en las cuevas oscuras y hasta me lamió una pata en la que me clavé una astilla.

La mamá conejo estaba sorprendida. Nunca había conocido a un lobo tan cortés, entonces dijo:

—Lamento no haberle dado las gracias.

El señor lobo todavía con hambre, siguió filosofando sobre las muchas cosas que hay en el mundo.

—¿Por qué los lobos se comen a los conejos? ¿Por qué los conejos se comen a las zanahorias? ¿Que comen las zanahorias? ¿Serán ricas las zanahorias?

Su hocico se llenó de saliva, tenía que comer ya o se volvería loco de tanto pensar. El olor de conejo volvió a entrar a su nariz. A lo lejos vio dos bolas de pelo blanco que brillaban en un pequeño claro del bosque, el lobo corrió hacia ellos, no los quería comer, pero tenía mucha hambre, en su loca carrera le asaltó un pensamiento:

—¿Es esta mi naturaleza? ¿Podré ser otro tipo de lobo?

Cuando se detuvo, los conejos habían desaparecido, sólo encontró un hoyo profundo en el pasto y a un lado un manojo de zanahorias frescas. Las olió y las probó, su sabor dulce fue agradable, no había comido nada igual. Después de comérselas, buscó un lugar donde descansar. Había sido un día de muchas emociones. Mientras se acomodó para dormir pensó en voz alta:

—Así lo haré, seré un lobo filósofo vegetariano, cuando despierte mañana por la mañana, buscaré animalitos a quien ayudar.

Se durmió tranquilamente, pues ya había descubierto cual era su objetivo en la vida.

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